Al ir a entrar, observé que se acercaba a la puerta un grupo familiar compuesto por una pareja de mediana edad, un chico de unos quince años y una señora mayor. Cortésmente, mientras aguantaba la puerta, les cedí el paso.
¿En qué orden entraron?
Ésa es una pregunta que algunas veces, a título de ejemplo, propongo a los alumnos de los seminarios cuando hablamos de la necesaria cortesía que profesionalmente debemos observar. Siempre hay que ser cortés, naturalmente, pero en la vida cotidiana profesional también, cosa que desafortunadamente no se tiene muy en cuenta. Eso es especialmente relevante para directores y managers.
Como el alumno al que dirijo la pregunta suele intuir que en mi pregunta hay una cierta “intención trampa”, su respuesta invariablemente es: “Primero pasó el niño, luego el padre, luego la madre y, por último, la señora mayor”. Correcto, así es como efectivamente pasaron por la puerta.
Estamos acostumbrados a verlo en estos tiempos: los abuelos aguantan la puerta para que pasen sus nietos y sus hijos, en este preciso orden.
Hace unas semanas la pregunta se la hice a una alumna del curso máster de Gestión de IT. Era la primera vez que dirigía es pregunta a una mujer. He aquí su respuesta: “Primero pasó el chico, luego el marido, luego ella y, por último, la madre de él”.
¿La madre de él? – no pude evitar el manifestar mi sorpresa por su precisión novedosa.
No tengo modo de comprobarlo, naturalmente, pero intuyo que la alumna tenía razón; no era simplemente una señora mayor, a secas, era la madre de él, no era la madre de ella. En cualquier caso, la alumna vio o trató de ver algo que no estaba específicamente explicitado en el texto de la pregunta que yo le había formulado. ¿Intuición femenina?
Cuando le pregunté por qué era la madre de él y no de ella, su respuesta fue tajante: “la madre de ella hubiera pasado antes”, No estoy seguro de ello pero… quizás sí, diría que casi seguro que sí.
Frente a hechos, a preguntas o a circunstancias diversas, solemos conformarnos con captar y procesar los elementos que se nos muestran como evidentes. No hacemos ni siquiera el mínimo esfuerzo por intuir o deducir “un poco más”, enriqueciendo así la información que se nos proporciona y que está al alcance de cualquier observador pasivo. Perdemos, pues, la posibilidad de disponer de una gama de datos un poco más amplia, de colocarnos en una situación un poco más ventajosa, de poder transmitir informaciones un poco más útiles, de tomar decisiones un poco más fundadas, de actuar con un poco más de precisión, etc.
Pero… ojo, también podemos precipitarnos en deducir o concluir equivocadamente.
Si para cualquier persona ese poco más puede ser muy beneficioso, para el CIO, CTO o Service Manager en su actividad profesional, puede transformarse en mucho más. A menudo, en ese poco radica la diferencia que hace que se gane una propuesta comercial, que un plazo pueda cumplirse o explicarse, que un colaborador modifique una actitud…
Conseguir ese poco más es una habilidad que se aprende y que, disciplinadamente, se entrena y mejora.