En el recuerdo y en el olvido hay que ser selectivo. Se puede aprender a serlo, tanto para una cosa como para la otra.
Entre las cosas que más difícilmente se olvidan se encuentran aquellas que han producido un impacto, que han supuesto un cambio. Junto a ellas – en el otro extremo – aquellas que se han consolidado como hábitos. Las primeras se conservan en la memoria viva, consciente. Las segundas, en el espacio rutinario de la memoria inconsciente.
El CIO, CTO y Service Manager vive sumergido en procesos de cambio del primer tipo. Novedades continuas, exigencias de nuevos conocimientos y ruptura de actitudes tradicionales. Muchas veces, estos procesos suponen un impacto en la vida cotidiana de organizaciones y personas. Impactos que crean una memoria viva, instantánea, punzante quizás. Por compensación, suele producirse la búsqueda de refugio en la otra memoria, la del cómodo y rutinario pasado, la que nos conforta con seguridad o nos mantiene en posiciones adquiridas.
Así son los procesos de cambio, inevitablemente.
Instalar Service Desk en una empresa de saludables costumbres tradicionales es un impacto. Un notable impacto. Ignorarlo es de suicidas. Pero no olvidar y enseñar a olvidar es de necios o pusilánimes.
Olvidar es un refugio inconsciente, sí. Pero también es una habilidad que se educa mediante la inteligente y consciente selección. Hay que olvidar los rechazos, las incompetencias, las ignorancias y los accidentes. Hay que liberar la mochila o, mejor dicho, saber trasladar a la ”segunda memoria” aquellos impactos que pueden entorpecer pero que, al mismo tiempo, quizás convendrá recordar.
Ya lo hemos dicho: una aparente contradicción que se puede manejar con habilidad, como dice Sabina, en un desequilibrio organizado de 19 días y 500 noches. En la proporción adecuada a cada caso. No es fácil, no… pero se puede.