En cuanto se vislumbra el horizonte final y se ha cumplido correctamente con las tareas y actividades que formaban parte de la planificación con la categoría de “importantes”, el resto se acomete con prisas, sin rigor y, a veces, incluso se omite. El control de calidad desaparece y, por falta de calma y orden, se desaprovechan oportunidades de acumular experiencia y se penaliza la transición a proyectos siguientes.
Múltiples ejemplos de otras actividades se pueden poner: una obra de construcción que se acaba pero sin limpiar terreno, retirar materiales inútiles y recuperar ordenadamente los utensilios, es posible que sea considerada por el cliente como buena pero con deficientes acabados, lo cual penalizará probablemente futura contratación. Lo mismo puede afirmarse de una intervención quirúrgica sin informes finales para los especialistas o de un partido de fútbol sin reunión posterior para examen del resultado y correspondientes conclusiones, o de una travesía naval sin revisión de datos y de estado de la nave al final del trayecto, etc. Son todos ejemplos de proyectos que serían considerados inacabados o mal acabados. La consecuencia es pérdida de imagen, probables deseconomías de conjunto y, en el peor de los casos, dificultades de aceptación y cobro.
En los proyectos TIC, complejos de por sí, eso puede suceder. Por causa del cansancio, por falta de planificación específica para esa fase, por irresponsabilidad o por presión de tiempo y presupuestos.
No hay que caer en esas trampas. La actividad global se resentiría de ellos.
Esa es una habilidad que el/la CIO, CTO o Service Manager debe entrenar para completar su competencia.