De repente, percibes un atisbo sensorial olfativo sorprendente pero inconfundible, que comienza siendo un tufillo para paulatinamente declararse en olor y acabar degenerando en un pestazo insoportable. El silencio, la quietud y la penumbra reinantes en la cabina apagan sus respectivos sentidos y subrayan la sensibilidad del olfato. No voy a dar más detalles; todos sabemos de qué estoy hablando.
¿A quién corresponde la autoría? Difícil, muy difícil de identificar.
Quien estaba leyendo La Vanguardia u hojeando la revista de cortesía de a bordo, parece extremadamente concentrado en ello. El que se peleaba con el abrefácil de la bolsa de cacahuetes que han repartido las azafatas, insiste con mayor fuerza en su tarea. El que dormitaba, cabecea como exhibiendo su sopor. Todo el pasaje que nos rodea exhibe con denuedo su inocente inmovilidad, su coartada. Nadie quiere ser sospechoso.
¿Cerca o lejos? ¿Por delante nuestro o por detrás? ¿En nuestra misma fila de asientos? ¿Un regalito del azafato que acaba de recoger sus trastos a tres escasos metros de donde nos encontramos?
Estas cosas, ya se sabe, empiezan así, subrepticiamente, en silencio. Se expanden hasta invadir cuanto les rodea, envolviendo y confundiendo. Y lo peor es que, cuando por fin y por suerte desaparecen, ya han dejado a todo el mundo como sospechoso. Hasta nosotros mismos lo somos a los ojos (o al olfato) de todos los demás, por mucho que nos hayamos apresurado a improvisar alguna coartada absolutamente inútil.
La vida de CIO,CTO y Service manager, a veces, es así, especialmente si se trabaja en equipo, en un mismo y bien acotado espacio profesional. Alguien deja un tufillo en forma de gazapo técnico, de abuso comercial, de informe tendencioso, de marrón directamente vagabundo, de disimulo o encubrimiento de incompetencias o negligencias, de información vaga o negada, de vicio oculto, de relación personal tortuosa, de ambición desmesurada, de desapego, etc.
El CIO, CTO y Service manager muy difícilmente podrá anticiparse al entuerto. Es la ventaja de que disfruta siempre el autor, como sucede con el delincuente frente a la autoridad.
Pero, al igual que un competente inspector de policía, cuando entra en el escenario de un robo doméstico, por ejemplo, dictamina con rapidez que es obra de la banda de los X, el consultor puede entrenarse y aprender con experiencia a identificar la autoría y, en la forma que proceda, a actuar en consecuencia. No todo el equipo puede quedar bajo sospecha y, menos aún, verse perjudicado por ello. No es sólo una cuestión de inspiración u ojo sino de habilidad adquirida.