La comunicación verbal representa un porcentaje muy elevado de los actos de comunicación de la persona y, profesionalmente hablando, ocupa mucho tiempo en según qué posiciones de trabajo. Una de ellas es la de consultor, que participa en reuniones, hace presentaciones de proyecto, negocia, motiva a sus colaboradores, reporta a sus jefes en forma oral... en definitiva: la lengua es para él un instrumento cotidiano tremendamente significativo en el desarrollo de sus funciones.
El Cio, Cto y Service manager en un 60% de su tiempo de trabajo, habla.
¿Nos hemos interesado en el manejo adecuado de este precioso instrumento? ¿Hemos preparado estupendas propuestas que, en el momento de presentarlas al cliente, hemos "destrozado" por culpa de una mediocre exposición oral? ¿Hemos tenido la sensación de que no hemos logrado transmitir adecuadamente a un colaborador un determinado mensaje? ¿Nos hemos "trabado" en una reunión a causa del efecto escénico? ¿Somos conscientes de que para obtener una certificación académica deberemos efectuar la presentación oral de un proyecto ante un tribunal que evaluará no sólo el contenido sino también la forma en que lo hacemos?
Hablar es una habilidad. Se aprende y se mejora con el entrenamiento adecuado. Nadie nace sabiendo hablar, nadie. Y aún menos, sabiendo hablar en público.
Quien entiende que la lengua es un recurso muy necesario y precioso, y dedica algún esfuerzo a cultivar su uso correcto, consigue (y, además, rápidamente) una mejora en su desarrollo global, como el personaje que tan magistralmente interpreta Audrey Hepburn en el musical “My fair lady”, basado en el efecto Pygmalion, suceso por el que una persona consigue lo que se propone, simplemente a base de la creencia de que puede hacerlo y, con la ayuda adecuada, lo persigue.