El Director era un tipo agradable y de una eficacia inmensa. Llevaba el hotel de memoria, delegaba casi todo en un personal sumamente eficiente aunque observé que, sin que se le notara, controlaba a tope. A veces, sobre las diez y media, cuando el comedor dejaba de funcionar, se sentaba cerca del piano a tomarse un gin tonic y charlar un rato. Un día, con un aire especialmente taciturno, me dijo:
- En este hotel hay dos personas que, según cómo se mire, sobramos: tú y yo. Dejé de tocar el “Sentimental Journey” que me habían pedido, uno de los clásicos para las americanas cincuentonas. - Hombre –respondí sin dudar – yo quizás sobro, vale, pero tú… - Igual que tú, o más - No creo - ¿No?, ya verás. Acaba la pieza ésa para que aquella americana gordita no proteste y nos largamos.
Así lo hicimos. Nadie nos reclamó. Estoy convencido de que ni notaron nuestra ausencia, todo siguió funcionando como si tal cosa. Tuve la sensación de que esa escapada, él la hacía a menudo. Nos fuimos al hotel de al lado a tomar otro gin tonic al son de su pianista, al que solicité “Sentimental Journey”. Lo interpretó mucho mejor que yo, por cierto.
El CIO, CTO como el Service manager tiene que poder ausentarse en cualquier momento, casi sin preaviso, sin que eso suponga ningún trastorno para el avance de los proyectos. El grupo ha de seguir funcionando gracias a una labor de delegación ejercida silenciosa y progresivamente, con anterioridad, previa la formación adecuada, el uso de controles preestablecidos y con la exigencia necesaria.
Otros componentes del equipo han de estar al pie del cañón y cuando se produce su ausencia tiene que ser suplida por una figura equivalente o complementaria. No hay suplentes de Director, hay Delegados.
Y no hay suplentes del pianista de hotel; si no está, hay agradable silencio ambiental o alguien se encarga de poner música enlatada. Cuando un CIO, CTO o Service manager se ausenta y nadie lo nota es porque antes se ha “enlatado” mucho trabajo de Dirección. Ésa es una habilidad que se entrena.