Aunque parezca mentira, esta “hortografía” escrita con hache fue un gazapo de un alumno universitario de Historia del Arte en un examen. Aún resulta más increíble que el profesor calificara ese examen con un notable. Y es que, hoy en día, pese a quien pese, el aprecio por la ortografía y la importancia que se concede a su respeto se encuentran en franco declive.
Así podemos encontrar faltas de ortografía - comúnmente consideradas como graves – en anuncios, en folletos de empresa, en la prensa, en páginas web y hasta en libros de narrativa filtrados por correctores profesionales.
En el ambiente profesional, se escribe cada día menos. Los informes han sido sustituidos por sucintos documentos Word, Excel o Powerpoint. Aún así, las herramientas de ayuda de las que se dispone en esos formatos no siempre pueden detectar las faltas de los redactores. Por ejemplo: se puede aceptar “echo” y “hecho”, pero no es lo mismo “echar de menos algo” que “haber hecho algo”. Y así en multitud de ocasiones.
¿Qué pensar ante un correo electrónico con faltas de ortografía?, ¿qué idea nos podemos formar del nivel cultural de un service manager que nos presenta una propuesta de contenido excelente pero adornada con algunos errores ortográficos? Desde luego, no muy positiva. Cuando menos, podemos pensar que se trata de alguien que no tiene mucho aprecio por la observancia de las normas y el cuidado de las formas. Eso, en algunas ocasiones y según para quién, puede resultar muy decisivo.
Mejor cuidarlo personalmente y fomentarlo, a base de esmerada atención en la escritura y una cuidada selección de la lectura. Y, si se escapa una falta, que a veces pasa, no vale la excusa de otro alumno universitario de “es que era un borrador”. No hay borrador que valga; en este tema estamos siempre entrenando “en vivo y en directo”.