“El Diario de Irigoyen” es, pues, una figura metafórica para indicar que a alguien le construyen una realidad falsa, con el fin de no fastidiarlo o de sacarle una ventaja.
Desafortunadamente, los diarios de Irigoyen en el mundo de la consultoría son en su gran mayoría redactados para favorecer los intereses de una pléyade de cortesanos que ocultan al consultor la realidad. Éste, por incompetencia, a veces, otras por desidia y muchas por vanidad, cede a la comodidad, a las presiones, a la adulación y al juego de intrigas, olvidando que su mejor prestación se produce siempre cuando su información – la que recibe y procesa - es transparente, tempestiva y fidedigna, obtenida desde varias fuentes para que pueda ser contrastada. Sin embargo, a menudo no es así, en perjuicio de los proyectos y de las personas.
Identificar a los redactores de Irigoyen es una habilidad que se entrena. Puede ser que, en sus inicios,cometa algún error o sufra engaño o abuso debido a su inexperiencia. De estas situaciones se aprende para el futuro. No es peligroso, todo lo contrario. Lo realmente malo es ceder a la tentación cómoda de interpretar como beneficio lo que es una pantalla opaca que oculta vicios de estructura o conducta que ineludiblemente acabarán aflorando.